martes, 3 de marzo de 2015

ÉPOCA DE REFRANES Y DE RADIO

Apolinar Matías, que era un dicharachero, tenía sus propios refranes, y los amigos como Guaytabó y el Charro Quiroga además de conocerlos muy bien, entendían su significado cabal.
Pero algunos niños, como Lázara, no comprendían esa función metafórica del refrán y sus sentencias les sonaban fuera de contexto. Sólo después que la madre le hubo explicado varias veces cómo usar un refrán en el momento apropiado comenzó a establecer ella misma la relación entre la circunstancia que se estaba viviendo y aquella frase que comenzaba a hacerse familiar, y que la sintetizaba.
Entonces, como suele ocurrir, en la necesidad de aprendizaje que tienen los niños, Lázara observó que ya conocía algunos refranes, sabía cómo y dónde aplicarlos, pero no estaba segura de entenderlos en sí mismos. ¿Qué quería decir que “Dios le da barba al que no tiene quijá”? Quizás Dios en su infinita bondad, le daba barba a un hombre que no tenía quijada, para que disimulara su defecto, se preguntaba Lázara; pero quizás Dios, para molestar un poco, le daba barba a alguien, sólo porque sabía que no podría usarla.
Sabía que si alguien se levantaba muy temprano le podía decir “No por mucho madrugar amanece más temprano”, pero en su fuero interno, comprendía que la intención de su padre al levantarse antes del amanecer era precisamente la contraria. Él no quería que el sol saliera antes, más bien intentaba ganarle horas al día y que cuando por fin llegara el amanecer su trabajo estuviera encaminado.
Y cuando su madre le decía “Es que me hacen el caso del perro” ya podía la niña reflexionar durante media hora. Cierto era que su perro Despojo no le hacía mucho caso a su hermano Piti, ni siquiera a Perico, el mayor; pero se desvivía en visajes hacia su mamá precisamente, sin que ella tuviera el más mínimo gesto de comunicación hacia él, hasta que el animal, resignado,  se tiraba en el suelo y la miraba sin parpadear durante horas. ¿Quién no hacía caso a quién?

“Bueno, bueno, bueno, le dijo la mula al freno… y siguió caminando”, dijo Apolinar Matías detrás de la bocina en ese momento, y por suerte, Lázara lo comprendió al instante.

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