martes, 10 de marzo de 2015

UNGÜENTO PARA LA MORRIÑA

Cuidado con la nostalgia porque puede hacerse crónica.

Esperanza encuentra cada semana un momento de paz para mirar su película favorita. La misma. Y dice sentir cada vez la misma emoción. Ella no tiene ningún tipo de amnesia. Esta película le ofrece la posibilidad de regresar a un momento de sus emociones a sabiendas de que estará en armonía con ellas. Ese regreso que quizás querríamos algunos hacer con determinados instantes de nuestras vidas, sólo se puede conseguir con las grabaciones sean gráficas, sonoras, o combinadas.

Podemos recordar algún momento preciso de nuestra infancia. Si lo tenemos, aquel momento en que sentíamos la protección y la unidad de nuestra familia de manera feliz e inconsciente;  pero las imágenes se desvanecen junto a las expresiones de nuestros seres queridos sin que podamos atraparlas y únicamente nos queda una penetrante emoción que se convierte en nostalgia.  Aquellas golondrinas no volverán. Si se piensa bien, se corre el riesgo de comenzar a tener nostalgia del momento presente, pues la experiencia nos dice que también se irá irremediablemente.

Pero las series o sagas, sin necesidad de apelar a una narración relativamente corta como la que atrapa una película, nos enseñaron a conectar con un universo atemporal al que siempre se puede regresar a encontrar personajes entrañables que viven vidas paralelas y eternas. Sin ser tan específicos como Esperanza, podemos conectar allí con nuestras emociones e incluso con nuestros afectos, porque como ella, amamos a esos seres de la otra dimensión, si bien ellos conservan todavía la capacidad de sorprendernos. No sabemos de memoria cada una de sus respuestas y resulta que en ocasiones hasta se nos vuelven impredecibles. Desconocemos absolutamente que nos van a contar esta vez. Incluso puede ser que dejemos de comprenderlos temporalmente. No obstante confiamos, podemos dejarnos llevar. Los conocemos demasiado bien y estamos seguros de que no nos traicionarán jamás. Tan confiados como antes lo estuvimos un día en aquel momento preciso de nuestra nostalgia. Tan seguros como Esperanza con el conflicto de su película.


A veces es mejor salir un momento de nuestro drama personal para permitirnos tomar partido absoluto e incondicional por el drama de otro. Tomar partido al ciento por ciento es un lujo que casi nunca la vida real nos regala.

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