¿Quién es malo? ¿Es verdad que to er mundo es güeno?
Los malos más populares no siempre son los más malos.
Muchos actúan en defensa propia, aunque tengan un sentido distorsionado de la
realidad.
En muchas familias hay un malo o mala, que puede
llegar a ser muy dañino en el trato personal. ¿Hasta qué punto son malos?
¿Es el soldado Jacinto Olibara malo? ¿Lo es Eduardo
Griñán?
¿Es mala Leticia Mayán cuando odia a Maipú, no porque
sea una bella indita, sino porque siéndolo, es su propia hija, y la causante de
su frustración social?
Se podría preguntar también si todos somos malos.
Y es que aparte de los defectos de carácter que todos
tenemos y que terminan por hacer daño a los demás, algunas personas son
sádicas, perversas, disfrutan con el padecimiento y la humillación ajenas.
Cuando además de esa perversión se tiene una inteligencia
fuera de lo común ¡zas! se produce una eminencia gris. Algunas son
encantadoras, simpáticas, tienen don de gentes, capacidad de manipulación fuera
de lo común y aparentemente no tienen defectos graves de carácter. Incluso
suelen ir por el mundo pregonando sus buenas intenciones, arrastrando ingenuos
seguidores.
Podríamos hacer el ejercicio de pensar qué persona
ajena a nuestra familia (para no poner el dedo en la llaga), nos ha hecho más
daño en la vida. ¿Hemos visto a esa persona también hacerle daño a otros con
alevosía, hacer daño innecesario? Daño que no sólo no le beneficia
personalmente, sino que le provoca una peligrosa satisfacción. Entonces es
posible que estemos ante un malo de los “buenos”.
Los pueblos pequeños como Tapuaré, y grandes como las
mayores naciones, tienen benefactores y tienen también enemigos comunes,
personajes perversos que se dedican día a día, con
todo afán, a regodearse en el sufrimiento de sus congéneres, porque a partir
del hecho de que odian a la humanidad, odian a su propio pueblo.
Naturalmente, los mayores enemigos de estos personajes
son quienes los desenmascaran, quienes los ponen en evidencia, y si además
también están dotados de inteligencia o capacidad de lucha por encima de la media, ellos son con
todo derecho nuestros héroes colectivos.
El final más amargo que pueden vivir esos enemigos
comunes, es el de tener la obligación de contemplar, después del arduo trabajo
sistemáticamente destructivo de toda una vida, que las fuerzas para seguir
manipulando les abandonan por desgaste natural, y que comienzan los brotes
verdes. Que la buena fe prevalece, que los diques se rompen, que la tendencia
del hombre hacia la libertad y la expansión tiene ciertamente el empuje de lo
natural y no puede refrenarse eternamente.
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