martes, 23 de diciembre de 2014

Personajes perversos

¿Quién es malo? ¿Es verdad que to er mundo es güeno?

Los malos más populares no siempre son los más malos. Muchos actúan en defensa propia, aunque tengan un sentido distorsionado de la realidad.
En muchas familias hay un malo o mala, que puede llegar a ser muy dañino en el trato personal. ¿Hasta qué punto son malos?
¿Es el soldado Jacinto Olibara malo? ¿Lo es Eduardo Griñán?
¿Es mala Leticia Mayán cuando odia a Maipú, no porque sea una bella indita, sino porque siéndolo, es su propia hija, y la causante de su frustración social?



Se podría preguntar también si todos somos malos.
Y es que aparte de los defectos de carácter que todos tenemos y que terminan por hacer daño a los demás, algunas personas son sádicas, perversas, disfrutan con el padecimiento y la humillación ajenas.
Cuando además de esa perversión se tiene una inteligencia fuera de lo común ¡zas! se produce una eminencia gris. Algunas son encantadoras, simpáticas, tienen don de gentes, capacidad de manipulación fuera de lo común y aparentemente no tienen defectos graves de carácter. Incluso suelen ir por el mundo pregonando sus buenas intenciones, arrastrando ingenuos seguidores.
Podríamos hacer el ejercicio de pensar qué persona ajena a nuestra familia (para no poner el dedo en la llaga), nos ha hecho más daño en la vida. ¿Hemos visto a esa persona también hacerle daño a otros con alevosía, hacer daño innecesario? Daño que no sólo no le beneficia personalmente, sino que le provoca una peligrosa satisfacción. Entonces es posible que estemos ante un malo de los “buenos”.
Los pueblos pequeños como Tapuaré, y grandes como las mayores naciones, tienen benefactores y tienen también enemigos comunes, personajes perversos que se dedican día a día, con todo afán, a regodearse en el sufrimiento de sus congéneres, porque a partir del hecho de que odian a la humanidad, odian a su propio pueblo.


Naturalmente, los mayores enemigos de estos personajes son quienes los desenmascaran, quienes los ponen en evidencia, y si además también están dotados de inteligencia o capacidad de lucha por encima de la media, ellos son con todo derecho nuestros héroes colectivos.

El final más amargo que pueden vivir esos enemigos comunes, es el de tener la obligación de contemplar, después del arduo trabajo sistemáticamente destructivo de toda una vida, que las fuerzas para seguir manipulando les abandonan por desgaste natural, y que comienzan los brotes verdes. Que la buena fe prevalece, que los diques se rompen, que la tendencia del hombre hacia la libertad y la expansión tiene ciertamente el empuje de lo natural y no puede refrenarse eternamente.

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