martes, 2 de junio de 2015

EL BATE DE BÉISBOL

Un buen caballo como Sacachispas, el del Charro Quiroga, siente el deber de proteger a su amo. Tiene ese instinto, pero el amo tiene la responsabilidad de que no cumpla su deber equivocadamente, pues una coz o una mordida no es cosa intrascendente.
Hay que decir que para Despojo, el perro de Lázara, el bate de béisbol  del hermanito Piti se convirtió en un enemigo pues lo veía como el arma con que la vecina Consuelo lo había amenazado una vez. Ese bate, codiciado por Perico, el mayor de los hermanos, era un regalo de la propia Consuelo a su adorado Piti, quien  era todavía demasiado pequeño para su pertenencia.
Pero si Perico era capaz de quitarle el bate por la fuerza, Piti, como dueño absoluto del juguete, y perro del hortelano, tenía derecho a impedir que fuera usado sin su consentimiento. Así es que decidió proteger su propiedad… tirando el bate por el balcón.

Tocaron a la puerta. El padre abrió. Era un hombre desconocido de aspecto decente y aire consternado que  levantó su mano derecha para enseñar… un bate de béisbol.
-          Este bate ¿cayó desde este balcón?
No hacía falta que lo preguntara. Las caras de los niños hablaban por sí mismas. El padre se volvió para mirarlos y ellos pudieron ver el hueso de su mandíbula marcarse repetidamente en el lateral de su quijada.
-          Calló en el techo de mi coche y usted mismo podrá ver desde aquí, la clase de abolladura que le ha hecho…
-          No lo dudo.- respondió el papá asumiendo completamente su responsabilidad.
-          Pero yo no vengo a reclamarle para que me pague el arreglo… - La madre ya había salido con las manos mojadas de trajinar por algún lugar y todas las miradas se dirigían al apesadumbrado señor.
-          G… Gracias… -Jamás le hubiéramos podido pagar el arreglo.
-          Yo vengo a decirles que si hubiera caído en mi cabeza, o en la cabeza de cualquier persona que pasara por casualidad, a esta hora estaría posiblemente muerto o con una contusión cerebral…
-          Es cierto…
-          ¿De quién es el bate?
-          De Piti... – se apresuraron a decir Perico y Lázara.
-          He venido a devolverlo, porque es un buen bate, lo han tenido que mandar desde los Estados Unidos, porque aquí se ve que es de los que usan en las grandes ligas…  Así es que me imagino que no querían botarlo, y que ha sido un accidente.
-          Gracias, señor. Naturalmente que ha sido un accidente y no sabemos cómo disculparnos.
El buen hombre entregó el bate al padre y se dispuso a dar media vuelta para alejarse lo más rápido posible. El padre, a su vez, tardó unos segundos en cerrar completamente la puerta puesto que sentía una profunda vergüenza, que se hacía más difícil por la misma condescendencia del desconocido.
Esos segundos fueron suficientes. Despojo nunca lo había hecho, y nunca más lo volvería a hacer; pero el gesto de la entrega de aquella arma conocida, fue interpretado  quizás como un ataque a su dueño.
El perro se coló por los escasos centímetros que aún quedaban antes del cierre total de la puerta y se abalanzó sobre la pierna de aquel caballero, desgarrando con furia su pantalón.
Era  difícil apartarlo. Ya costaba incluso pedir disculpas. El buen hombre logró dar un tirón que lo dejó libre, pero la misma fuerza hizo que cayera rodando por la escalera hasta el piso de Consuelo y chocara su cabeza contra la puerta. Inmediatamente se incorporó y bajó lo más rápido que pudo, la planta que aún quedaba hasta llegar a la puerta de la calle. El padre de Perico, Lázara y Piti  se lanzó detrás de él, aunque sabía que no había perdón posible. El honorable señor huía como un poseso y cuando finalmente llegó a la calle, ya el pequeño coche con la abolladura en el techo doblaba la esquina.

Despojo, orgulloso, seguía con el trozo de pantalón entre sus dientes.


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