La lectura, el teatro, la radio dramatizada, el cine,
la televisión o los mini videos de internet, son opciones que viven del hábito
de la gente, el que hay que cultivar y promover, en vez de explotar con
avaricia y falta de perspectiva, o prohibir por miedo a la libertad.
Una vez que se pierde un hábito popular, puede llegar
a ser imposible de recuperar pues le faltará el acicate del momento oportuno
que les dio vida y nacimiento espontáneo. Eso está pasando con el cine,
como también pasó en su momento con la radio dramatizada por falta de
perspectiva.
Aquellos que todavía conservan el reflejo del disfrute
de acudir semanalmente a una sala de cine se están haciendo viejos sin que
puedan reasumir los gastos que este gustazo les representa, sobre todo, si no
quieren ir solos.
¿Pueden los novios todavía verse en el cine? Podría tomarse
entonces por una señal de que se está ligando un buen partido, especialmente, si
la invitación se repite.
Y el hecho de que en el día del espectador las salas
oscuras echen a andar su maquinaria sólo para algunos sospechosos adictos
parece que viene a confirmar a las distribuidoras que no es cuestión de precios,
como le sucede al médico obstinado que
sigue dando más de lo mismo al enfermo agonizante, en vez de sopesar que lo
doloroso es precisamente la pérdida de la vitalidad de un hábito.
Es una pena que algunos engranajes sean tan difíciles
de adaptar a los cambios de los tiempos, y que lejos de tener la flexibilidad
espontánea del mercado conserven la rigidez inamovible de los viejos mecanismos.
La esperanza viene de que a veces hay aspectos no
contemplados en los componentes de un monopolio que se revelan como por milagro
a las mentes constructivas e idealistas.
¡Sería tan hermoso que las masas regresaran al cine y
éste a las masas!
¿Es este deseo una señal nostálgica de vejez?
Confío en que más bien sea el reclamo de una vida que
aún se debate por recuperar su salud plena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario