martes, 20 de enero de 2015

El camino de la venganza

El peregrinaje de Guaytabó está movido por la venganza. Un sentimiento tan natural como el amor, y no siempre negativo.
Porque poner la otra mejilla es una acción superior a la que recurrimos por amor al agresor. Un gesto que muchas veces consigue que éste disuelva su propia violencia. Ciertamente se necesita amar a los enemigos para hacer algo así.

Normalmente no amamos a los enemigos, pero cuando tenemos la posibilidad de responderles en igualdad de condiciones a sus agresiones, vengarnos en caliente, rápidamente se establece un equilibrio que tenderá a mantener la paz, aunque ésta sea sin amor. Este es el papel de la justicia en el sentido social.
Si el daño ha sido infringido sin posibilidad de respuesta, con la conciencia del poder sobre la víctima germina entonces el resentimiento, y este sí que puede ser un sentimiento negativo.

De ahí nace el rencor de los pueblos a sus tiranos, que no por plenamente justificado deja de ser caldo de veneno. Tóxico, enfermizo y hasta letal, como todos los venenos.
Si bien el odio ha movido tantas montañas como el amor, no es el cimiento adecuado para fundar, sino que, de tenerla, tiene más bien una cualidad demoledora.


Muchos héroes han nacido de la necesidad de venganza colectiva de sus pueblos, y muchas veces también la muerte de esos héroes ha significado la redención de sus hijos. Hay pocos ejemplos de redentores sobrevivientes a su causa, pero son realmente hermosos porque conllevan en su victoria una deuda saldada, una venganza satisfecha, y con toda seguridad mejillas muy golpeadas, en señal de amor.


martes, 13 de enero de 2015

El culto a la sangre

En una época hablaban entre sí amigos de mucha confianza. Se trataba más bien de una fantasía, una elucubración en la que todos estaban de acuerdo en que era relativamente fácil eliminar al Dictador: asesinarlo. El único requisito era que el asesino, renunciara a cualquier esperanza de supervivencia. Tenía que estar dispuesto a morir junto con su víctima… por el bien de todos. Y todos entendían por unanimidad, que la muerte del tirano significaba el bien de todos.

¿Pero quién estaba dispuesto? Quizás si entones hubiera existido Internet, y el Dictador no hubiera negado a su pueblo el uso de aquella mágica herramienta, cosa que en sí misma, ya lo descalificaba como el Gran Dictador, se hubiera podido encontrar un candidato. Quizás una persona enferma, sufriente y a punto de morir, que sin embargo conservara la movilidad suficiente como para llevar a cabo su misión.  Porque el amor a la vida entre los de esa cultura y esa generación era tan fuerte, que ni siquiera les pasaba por la mente cualquier otra posibilidad.

Tal y como cambió el mundo la llegada de internet, cambiaron los signos de los tiempos, y apareció el inconcebible fenómeno de los terroristas suicidas. La mayoría jóvenes, fuertes, entrenados, algunos con educación universitaria y otros menos, con desenvoltura económica. Personas de una cultura, en la que la vida después de la muerte física, es lo más importante mientras se sufre y se alimenta el odio en esta vida. Quizás como hace 500 años lo fue la nuestra, aunque nunca los fenómenos se repitan de la misma manera.

Reconozco con toda sumisión mi alivio porque incluso en nuestros héroes más arriesgados prevaleciera y prevalezca el respeto por la vida, como don supremo.
La muerte es siempre posible, en cualquier paso del camino, luego el riesgo está incluido en todas las acciones de la vida, las más y las menos peligrosas. Pero la vida como ofrenda del odio en sí misma es algo desconcertante, el sinsentido total, el vacío y la locura.

Me alegro por aquellos que a pesar de haber odiado la tiranía con todas las fuerzas de su corazón amaron más la vida, y se sometieron a la espera incierta del momento oportuno, sin dejar de prepararse para él. ¿Quién sabe por qué los hombres y los pueblos tienen que soportar determinados destinos?


Amo a los héroes que aman su vida y  luchan hasta el fin con los recursos de que disponen. Que aceptan la existencia de sus enemigos y comprenden cuánto valor se necesita para la tarea diaria, que no escogen estar fuera de sí, y sobreponiéndose al miedo, entienden la importancia de cualquier trinchera, e intentan defenderla sin enajenación e histerismo, sin perder la cordura. Que humildemente dan a la vida la oportunidad de mostrarles las más contradictorias lecciones.


martes, 6 de enero de 2015

El camino de la soledad

Algunas personas transitan toda su vida el camino de la soledad. Es un sino, una marca con la que se nace y que se ha de llevar aunque pese mucho, como se lleva cualquier destino tocado por una negación.
La mayoría de las veces,  por suerte, el sello de la soledad se circunscribe sólo al ámbito de la familia común, entonces la amistad cobra un protagonismo intenso, pues toda la necesidad de amor y compañía se transfiere de esposos, hijos o padres, a ese amigo que hace vibrar el corazón del solitario como el ser más querido. No importa si la prioridad en los afectos del otro son seres de vínculo familiar. El solitario lo sabe y lo acepta. Simplemente no puede dejar de amar.

Cuando mi amiga Mía cumplió 80 años, tuvimos la oportunidad de formular un deseo al hado, tal y como muchos lo piden a los Reyes Magos. Para mi enorme sorpresa, ella pidió un compañero para el resto de su vida. Yo no pude evitar sentir una gran compasión por una persona tan necesitada de cariño. Creía ingenuamente que a sus 80 años, Mía había aceptado su destino: no tener nunca una familia propia a pesar de que la fortuna la había dotado de gran inteligencia y dulzura, notable belleza, una hermosa profesión que le había permitido vivir siempre holgadamente y una salud de hierro. Mía ya cumplió 85 años y todavía no ha encontrado su compañero. Eso sí, nunca olvida llamar si sabe que yo lo necesito y se emociona hasta las lágrimas con mis propias alegrías.

¿Qué pasa cuando el camino de la soledad no está desierto, cuando el amigo que se encuentra, no sólo es amigo, sino que es semejante en la soledad?
¿Qué pasa cuando el compañero de viaje no es humano, pero es amigo?
¿Qué pasa cuando Apolinar Matías encuentra a Guaytabó? ¿Qué pasa cuando el charro Quiroga encuentra dos amigos extraviados en su misma suerte?

¿Qué pasa cuando el amigo, marcado por el mismo acaso de la soledad es un hermano de lucha?