Las mezclas de adelantos técnicos y pobreza, así como
las de cultura y desinformación, producen en América tipos raros que aquí no se
llaman surrealistas, sino de otras maneras mágicas o maravillosas. Estos
especímenes son, sin embargo, tan reales como las plantas y sus frutos.
El parecido entre Luciana Almanzo y doña Bárbara no es
buscado, sino espontáneo. En este caso hay además una mezcla entre machismo y
matriarcalismo, porque cuando el machismo pierde su cometido de responsabilidad
familiar, queda tan desprovisto como un niño sin madre. Y en nuestro continente
esto llega a suceder con demasiada frecuencia, de manera que de esta carencia
latente, a la aparición de un fenómeno como el de la mujer cacique, no haya más
que una serie de ruedas de probabilidad hasta que sucede. El dominio de esta
mujer ha de ser muy básico o instintivo, tanto como lo sea el instinto sexual o
maternal, de ahí que no sea casualidad tampoco que muchas veces, aunque no de
manera imprescindible, esta mujer sea particularmente apelativa a la atracción
sexual.
Cuanto el vacío se produce porque alguna persona ha
tenido acceso parcial a la cultura, pero no tiene posibilidad de intercambio
social en este sentido, se dan tipos como Florencio Alayón o el propio Mustafá
Kadir, porque la mayoría de la gente humilde está presta a reconocerles una
autoridad basada en el complejo que se siente al tener conciencia de la propia
ignorancia y en la supuesta superioridad intelectual del tuerto en el país de
los ciegos. Pero la falta de perspectiva de este tuerto hace muchas veces de su
interpretación de la realidad una ridícula caricatura.
Todo esto son resultados naturales de las mezclas. En
las comunidades que viven inmersas en sus propios valores naturales estas
carencias o complejos no existen como fenómeno grupal, y sus individuos tienden
a dar mayor importancia a lo que puede llamarse voz interior o instinto. Se
admiran los sujetos con capacidades especiales o notables, pero esto no los
convierte en otra cosa.
El llamado “progreso” y la miseria es la peor de las
mezclas. Quizás por eso muchos indios americanos lo han rehuido
sistemáticamente. La transición entre la vida natural y ese progreso suele ser
demasiado larga e incierta. Tan larga, que se llega a olvidar el reconocimiento
de la voz interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario