martes, 4 de agosto de 2015

PAREJAS DE HECHO

Sabemos que algunas palabras existen para la definición de un solo hecho concreto, porque aunque un burro no hable, ni gima, ni grite, tampoco ladra, sólo rebuzna. Así es que no necesitamos preguntar qué animal mugió o maulló, relinchó, o tuvo a bien hablar en su idioma materno, si este se encuentra reconocido internacionalmente.
Hasta ahí se acepta el capricho del lenguaje, del mismo modo que se acepta la existencia de sobrenombres no propios nacidos para dejar de nombrar a algunos nombres propios, como cuando se dice “La meca del cine” para no decir Hollywood, o el recio cazador para no decir Apolinar Matías, o el astuto mejicano para no nombrar al  Charro Quiroga.
Pero ha llegado el momento de hacer notar el parasitismo e hipocresía de algunas palabras que presumiendo de tener un significado propio, jamás se presentan en público sino van acompañadas de aquellas a las que le chupan todo su significado. Ha llegado el momento también de desenmascarar la presunta individualidad que representan y condenarlas a que al menos, legalicen su situación como vocablos parejas de hecho, y se inscriban todas en un registro destinado a tenerlas en una situación legal adecuada.
Sí, porque todos tenemos un ceño; pero nunca hablamos del él, si no es para decir que está fruncido. Entonces en ese registro se escribiría ceño fruncido como pareja de hecho, haciendo hincapié en que ceño es la palabra parásita, de esta manera nadie podría llamarse a engaño cuando se la encontrara fuera de contexto.
Denunciemos también a mesar, que no tiene nada que ver con mesera, ni con medir. Esa palabra sólo se presenta acompañada de cabellos, porque nadie se mesa otra cosa que los cabellos. Antiguamente se podían mesar también las barbas, pero al dejarse de usar en los países de habla hispana ha quedado relegada a una sola compañía, es decir, cabellos. Alguien hará notar inmediatamente de que hay un solo país de habla hispana donde uno solo de sus habitantes tenía la costumbre de mesarse la barba, pero aparte de que las excepciones son las que confirman las reglas, se le puede objetar que  incluso ese habitante  ha perdido la costumbre de mesarse la barba al haber ido perdiendo pelo con los años.
¿Hay alguna otra comisura que no sea la de los labios? Supongo que sí, pero ante la falta de evidencias debería ser denunciada igualmente esa palabra. Registremos comisura de los labios como pareja de hecho, denunciando como palabra parásita a comisura.
Bien, en el caso de soslayar, debería hacerse un estudio, porque aunque algunas veces se siente libre, jamás se le ha visto tan a gusto como al lado de mirada, cuando alguien nos ha mirado de soslayo, por lo que tal vez se debería conminar a esta palabra a que se defina.
De la misma manera habrá algunas pocas cosas pertinaces, pero ninguna como la lluvia o la llovizna que están unidas en matrimonio desde que diluvió la primera vez.
Emplacemos a las cejas, más bien a una de ellas, para que denuncie de una vez y por todas la apropiación que de su personalidad hace la palabra enarcar, porque ¿se puede hacer algo mejor con una ceja que enarcarla? O peor ¿Se puede enarcar alguna otra cosa que no sea una ceja?

Estos son sólo algunos ejemplos. Los otros, y nos consta que hay muchos, deberían someterse a exámenes sobre su condición de  palabras parejas de hecho.

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