martes, 7 de julio de 2015

LOS ILEGALES

Algunos nacen fuera de la ley. Otros, como es el caso de Guaytabó,  se ven obligados a vivir sin estar contemplados en el orden establecido. Y los hay que escogen existir fuera del orden social. Esta también debió ser la opción de “El Hijo del Cóndor”.

El respeto a la ley es una de las mayores garantías de justicia social, a pesar de que comprendamos que muchas leyes se tornan injustas a la hora de aplicarse a un caso concreto. No obstante las sociedades progresistas evolucionan en el lento proceso de adaptación de las leyes a las más disímiles realidades. Pero es tarea indelegable de la autoridad o el gobierno la aplicación de las leyes existentes, las que haya, como único recurso, aunque falible, de equidad e imparcialidad general.

Eso es la tarea de quien tutela el bien común.

Sin embargo, es la conciencia de los individuos la que les dicta el deber o no de respetar la ley, el esfuerzo por cumplirla en bien de todos, la comodidad y cobardía de aceptarla en detrimento de la justicia para algunos, o la obligación moral de no acatarla en determinados casos, justificados precisamente en nombre del civismo, la rectitud, o una situación específica y particular.

El que viola la ley por egoísmo, bajas pasiones, avaricia, falta de disciplina, o abuso de poder es un delincuente.

El que viola la ley como un acto de consciencia es un redentor. No pretende demoler un sistema, por el contrario, asume las imperfecciones de un régimen y carga sobre sus espaldas el enorme peso de ayudar en su transformación humanística. Sabe que puede fracasar, y que el mayor fracaso, no es siquiera quedar atrapado en las injusticias legales, sino que su inmolación social sea en vano.

Conozco personas que cumplen con la manutención de sus propios hijos sólo porque la ley los obliga, para ellas está especificada esta obligación. Otros, en cambio, se han visto obligados a cruzar ilegalmente una frontera para reunirse con ellos, o los han transportado en una maleta para garantizar que la eternización de los procedimientos judiciales impida que finalmente crezcan junto a sus padres. 

Desde luego la justicia, entendida como régimen general es preciosa, pero no más que la vida  y la trayectoria de un solo ser humano.

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