Un guionista de Radio o Televisión
casi siempre trabaja a destajo y eso significa que tiene que cumplir una norma
para estar a bien con su contrato. El de escritor de radio específicamente era
un oficio devorador y alienante alimentado por naturaleza de la perecedera temporalidad.
En “La Tía Julia y el Escribidor” M. Vargas Llosa retrata esa realidad,
y aunque el resultado de ese retrato parezca una exageración artística, no es
más que eso: un dibujo que a los ojos del que lo contempla parece venir de un mundo
de ficción, si bien la realidad casi siempre supera a la ficción.
A pesar de eso, como en todos los
oficios, alguna gente hace su trabajo con pasión, por más agotador y esclavo
que éste sea, y antepone el resultado a cualquier otra consideración.
Si una novela o culebrón sale al
aire todos los días de la semana, con muy escaso margen entre la grabación y la
transmisión, el escritor no puede tener vacaciones hasta que finalice la obra. Tampoco
la podrán tener los actores, actrices o personas muy comprometidas con la
creación.
Por eso las grandes productoras
comprendieron hace ya algún tiempo que no se puede depender absolutamente de un
individuo cuando están en peligro los índices de audiencia de miles y millones de
personas o se juega la supervivencia de un canal de televisión.
Así fue que se creó el equipo de
escritores, generalmente liderado por un escritor jefe, que produce con toda la
calidad que permite la voracidad del mercado capítulos y series alrededor de un
eje o tema central. Si el sello de la serie o saga es muy especial, el público nunca
notará una diferencia de estilos, tendencias o mensajes, entre una y otra
entrega. De eso se encarga el escritor jefe o el director de escritores, quien
conoce tan bien a sus personajes, que no acepta frases, posturas o gestos que no
le serían jamás atribuibles. Preocupándose además de no perder la capacidad de
sorprender una y otra vez al espectador. Casi todos hemos visto más de una vez
a Homer Simpson que siempre nos atrapa y al que siempre reconocemos.
Ha habido casos, como el de la
serie “Dos Hombres y Medio”, en que
la salida del actor protagonista Charlie Sheen fue toda una demostración de
poder de la productora frente a la personalidad de la estrella. Un gran
esfuerzo realizado para no defraudar al público en general y las cadenas que
transmitían la serie. Sin embargo el encanto del dúo y el contraste entre los
hermanos dejó de existir, por más guapo, galán y juvenil que haya sido su
sustituto, y por todo el esmero con se hayan escrito los capítulos posteriores
de la serie.
En las décadas del 70 y 80 en Cuba
los escritores y los actores como todos los trabajadores, tenían derecho a un
mes de vacaciones pagadas al año. Y nadie renunciaba a ese derecho. Por
supuesto que no, a no ser… que como en el caso de la serie La Flecha de Cobre, que da título al primer libro de la saga
Guaytabó la transmisión dependiera de ese suministro casi diario y casi caliente.
El escritor de la serie, Manuel
Ángel Daranas, no quiso tener vacaciones durante los 8 años que duró la
continuidad de su creación, pues el posible escritor sustituto designado,
podría cambiar en un abrir y cerrar de ojos todo el perfil psicológico y hasta
la biografía de sus personajes sin siquiera preguntárselo.
Cuando por razones “ideológicas” se quiso aprovechar este espacio
de máxima audiencia para otra producción relacionada con la guerra que entonces
Cuba tenía en… Angola, pudo descansar, pero las vacaciones no eran acumulables,
así es que el descanso supo a poco.
Sin embargo los actores sí que
tenían vacaciones. Por una parte, había demasiados actores para poder conciliar
las vacaciones de todos y por otra la grabación llevaba muy poco de adelanto en
relación con la difusión, así es que tras una primera experiencia en la que el
protagonista, el propio Guaytabó, apareció un día con una voz irreconocible, el
sentimiento de desencanto se hizo tan evidente que a partir de ese momento el
escritor, Daranas, pidió a los protagonistas, antagonistas y principales
secundarios, que le comunicasen sus fechas previstas de vacaciones para de esta
manera, mediante un organigrama de precisión matemática, adaptar el guión a la
ausencia de estos actores. Todo era preferible antes de pasar por las
frustrantes sustituciones.
Así fue que durante un mes se dio a Guaytabó
por muerto al caer en un potente sumidero de aguas subterráneas y no aparecer en
el tiempo estimado que toda persona puede soportar sin respirar, o Apolinar
Matías dio un largo viaje destinado a reconciliarse con su pasado, por sólo
poner unos ejemplos.
Esto no era nuevo en la radio pues ya
lo había utilizado el escritor Félix B. Caignet, cuando tuvo que dejar sin
habla a uno de sus personajes, mientras el actor negociaba un aumento de sueldo
con los productores.
Naturalmente, cuando Mario Limonta
o Ricardo Dantés, actores que respectivamente protagonizaban a Guaytabó y
Apolinar Matías reaparecieron no había que currárselo demasiado: el final del
capítulo ya estaba escrito con solo dejar escuchar por unos segundos el saludo
de esas voces tan familiares y queridas.