miércoles, 4 de noviembre de 2015

VACACIONES PAGADAS

Un guionista de Radio o Televisión casi siempre trabaja a destajo y eso significa que tiene que cumplir una norma para estar a bien con su contrato. El de escritor de radio específicamente era un oficio devorador y alienante alimentado por naturaleza de la perecedera temporalidad.
En “La Tía Julia y el Escribidor” M. Vargas Llosa retrata esa realidad, y aunque el resultado de ese retrato parezca una exageración artística, no es más que eso: un dibujo que a los ojos del que lo contempla parece venir de un mundo de ficción, si bien la realidad casi siempre supera a la ficción.
A pesar de eso, como en todos los oficios, alguna gente hace su trabajo con pasión, por más agotador y esclavo que éste sea, y antepone el resultado a cualquier otra consideración.
Si una novela o culebrón sale al aire todos los días de la semana, con muy escaso margen entre la grabación y la transmisión, el escritor no puede tener vacaciones hasta que finalice la obra. Tampoco la podrán tener los actores, actrices o personas muy comprometidas con la creación.
Por eso las grandes productoras comprendieron hace ya algún tiempo que no se puede depender absolutamente de un individuo cuando están en peligro los índices de audiencia de miles y millones de personas o se juega la supervivencia de un canal de televisión.
Así fue que se creó el equipo de escritores, generalmente liderado por un escritor jefe, que produce con toda la calidad que permite la voracidad del mercado capítulos y series alrededor de un eje o tema central. Si el sello de la serie o saga es muy especial, el público nunca notará una diferencia de estilos, tendencias o mensajes, entre una y otra entrega. De eso se encarga el escritor jefe o el director de escritores, quien conoce tan bien a sus personajes, que no acepta frases, posturas o gestos que no le serían jamás atribuibles. Preocupándose además de no perder la capacidad de sorprender una y otra vez al espectador. Casi todos hemos visto más de una vez a Homer Simpson que siempre nos atrapa y al que siempre reconocemos.
Ha habido casos, como el de la serie “Dos Hombres y Medio”, en que la salida del actor protagonista Charlie Sheen fue toda una demostración de poder de la productora frente a la personalidad de la estrella. Un gran esfuerzo realizado para no defraudar al público en general y las cadenas que transmitían la serie. Sin embargo el encanto del dúo y el contraste entre los hermanos dejó de existir, por más guapo, galán y juvenil que haya sido su sustituto, y por todo el esmero con se hayan escrito los capítulos posteriores de la serie.
En las décadas del 70 y 80 en Cuba los escritores y los actores como todos los trabajadores, tenían derecho a un mes de vacaciones pagadas al año. Y nadie renunciaba a ese derecho. Por supuesto que no, a no ser… que como en el caso de la serie La Flecha de Cobre, que da título al primer libro de la saga Guaytabó la transmisión dependiera de ese suministro casi diario y casi caliente.
El escritor de la serie, Manuel Ángel Daranas, no quiso tener vacaciones durante los 8 años que duró la continuidad de su creación, pues el posible escritor sustituto designado, podría cambiar en un abrir y cerrar de ojos todo el perfil psicológico y hasta la biografía de sus personajes sin siquiera preguntárselo.
 Cuando por razones  “ideológicas” se quiso aprovechar este espacio de máxima audiencia para otra producción relacionada con la guerra que entonces Cuba tenía en… Angola, pudo descansar, pero las vacaciones no eran acumulables, así es que el descanso supo a poco.
Sin embargo los actores sí que tenían vacaciones. Por una parte, había demasiados actores para poder conciliar las vacaciones de todos y por otra la grabación llevaba muy poco de adelanto en relación con la difusión, así es que tras una primera experiencia en la que el protagonista, el propio Guaytabó, apareció un día con una voz irreconocible, el sentimiento de desencanto se hizo tan evidente que a partir de ese momento el escritor, Daranas, pidió a los protagonistas, antagonistas y principales secundarios, que le comunicasen sus fechas previstas de vacaciones para de esta manera, mediante un organigrama de precisión matemática, adaptar el guión a la ausencia de estos actores. Todo era preferible antes de pasar por las frustrantes sustituciones.
 Así fue que durante un mes se dio a Guaytabó por muerto al caer en un potente sumidero de aguas subterráneas y no aparecer en el tiempo estimado que toda persona puede soportar sin respirar, o Apolinar Matías dio un largo viaje destinado a reconciliarse con su pasado, por sólo poner unos ejemplos.
Esto no era nuevo en la radio pues ya lo había utilizado el escritor Félix B. Caignet, cuando tuvo que dejar sin habla a uno de sus personajes, mientras el actor negociaba un aumento de sueldo con los productores.

Naturalmente, cuando Mario Limonta o Ricardo Dantés, actores que respectivamente protagonizaban a Guaytabó y Apolinar Matías reaparecieron no había que currárselo demasiado: el final del capítulo ya estaba escrito con solo dejar escuchar por unos segundos el saludo de esas voces tan familiares y queridas.